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Paulina Guerra – Hermosillo 15-16

"FUE EL MEJOR AÑO DE MI VIDA"

Cuando la gente me pregunta por mi año de colaboradora, lo primero que contesto es que fue el mejor año de mi vida, porque fue el año que me dio las herramientas para definir quién soy y me dio la fuerza para poder seguirlo siendo.  Sobre todo porque cambio tanto mi forma de actuar y pensar que la segunda cosa que define ese año es que hubo una Paulina antes y una después de terminarlo.

Empezaré por serles completamente sincera; nunca me imagine que iba a ser colaboradora, es más, la idea de ser colaboradora se me hacia absurda y solo era para niñas religiosas y tímidas. Todo empezó cuando estaba en 3ro de prepa, era de las mas chicas de mi generación y claramente estaba completamente desubicada, no tenía idea que quería hacer una vez que me graduara. Tenía ideas de quererme ir a Europa a ver que encontraba, o de irme a la Anahuac de México sin saber ni que me gustaría estudiar, en fin, ninguna de mis ideas tenía ni pies ni cabeza. Fue aquí cuando a mi mamá se le ocurrió decirme que podía irme de colaboradora, mi primer pensamiento fue “¡estas loca! ¿yo de colaboradora? Nunca, eso no es para mi´´ pero mi mama siguió insistiendo en que me inscribiera y fuera viendo con calma de que trataba. Siempre fui en el Colegio del Bosque León y tenía una muy vaga idea de que era ser una colaboradora, y esa vaga idea nunca fue algo positivo. En fin, mi mama insistía tanto que, para que me dejara de decir,  me inscribí y llene todo lo que me pedían para poder entrar. Resulta ser que me aceptan y tenía que ir al primer retiro, claramente no fui y no le dije a mi mama, después de tiempo se entero y me hizo ir al siguiente retiro. Fui pero tenía la peor actitud, no quería decirle a nadie lo que iba a hacer ese fin de semana y estaba negada, solo era por darle el gusto a mi mamá. Estando en el retiro empecé a quitarme la mala energía y a convivir con las demás niñas, nos hicieron varios ejercicios de reflexión y cuando volví del retiro me sentía diferente, vibraba tan diferente que hasta mi familia me decía que me veía diferente, contenta. Fue ahí donde decidí hablar con mi mama y decirle que estaba dispuesta a seguir pero que no me estuviera presionando, si las cosas se tenían que dar se iban a dar pero que me dejara a mi hacerlo.

Llego el momento del cursillo, fue en Cotija Michoacán y éramos alrededor de 60 niñas.

Para mi la idea de vestirme de falda larga, playeras flojas y zapato cerrado era un conflicto durísimo, la gente que me conoce sabe mi forma de vestir y podrían confirmar que no tiene nada que ver con ese estilo, pero en fin así tenía que ser.

Llegue al cursillo claramente con aires de superficialidad y sintiendo que todas eran menos que yo, que ahora puedo admitir que en realidad todo eso era miedo. Miedo a no sentirme parte de, miedo a que no fuera para mi, miedo a no encajar, y muchas cosas mas que estoy segura a todas nos llega a pasar.

Mis papás me llevaron por aparte a Cotija y llegue antes de que llegara el camión con todas, al llegar estaban también ya un grupo de 4 niñas de Querétaro y una de ellas era la que sería mi roomie por todo el mes que íbamos a estar ahí. Llegue me senté con ellas y comenzamos a platicar, me di cuenta que eran niñas completamente parecidas a mi, estudiaron en el cumbres también, jugaban futbol, eran fiesteras como yo, relajadas, auténticas y sobre todo también estaban nerviosas por el mes que nos esperaba. Me sentí a gusto y muy identificada.

Comenzaron los días de cursillo y como nos lo habían dicho ya, todo era para prepararnos espiritual y mentalmente para el año que nos esperaba. Desde el hábito de despertarnos temprano, limpiar nuestros cuartos, ser ordenadas, saber utilizar los cubiertos correctamente, hasta la forma en la que se hace una meditación, la forma en la que debemos rezar, la forma correcta de escuchar a otras personas y saber ser su guía espiritual sin imponer nosotros lo que pensamos, si no la forma de acercarlos más a Dios para que lo descubran individualmente y sobre todo, descubrirnos a nosotras mismas durante el mes de cursillo.

Claramente no puede faltar el nervio y emoción que teníamos todas por saber nuestro destino, el cual te lo decían la última semana de cursillo. Las consagradas hacen un inmenso trabajo tratando de conocernos a cada una de nosotras para poder escoger correctamente los destinos. Mientras tanto, cada quien se va proyectando donde más le gustaría estar, vas haciendo amigas y comienzas a escoger en tu cabeza con quien te gustaría pasar todo el año que estaba por venir.

En mi caso, tenía muchas ganas de que me tocara en Colombia, me hice muy amiga de una niña de Irapuato y las dos compartíamos la idea de que nos tocara juntas en Colombia, no había nada en especial que me hiciera escoger ese lugar, pero la idea de salir de México siempre es mucho mas atractiva que la de quedarte en México. Ésta es una idea súper mal que tenemos del año de colaboradora y sobre todo las personas que no saben bien de que trata siempre te aplauden más el echo de que te tocara fuera del país.

Siguieron pasando los días y siempre había altas y bajas en cuestión de dudas eh inseguridades. Hubo unos días que me sentía completamente desubicada, tenía la impotencia de quererme regresar pero algo me decía que tenía que seguir. Lo  rece mucho, pero aun así no se me quitaban las ganas de renunciar y cuando menos me lo espere, Dios utilizó a una persona para mandarme un mensaje claro.

Al principio del cursillo teníamos que comprar un manual de oraciones que yo deje pasar, siempre se me olvidaba comprarlo porque no le daba mucha importancia. Hasta que un día, cuando estaba a punto de decidir que no quería seguir mas, llegue a mi

lugar de la capilla donde tenía mi biblia, libreta, rosario, etc. Y me doy cuenta que arriba de todas mis cosas estaba un manual de oraciones (el que tuve que haber comprado y no lo hice) y al principio pensé que alguien lo había dejado por error. Comencé a preguntar de quien era y no era de nadie. Empecé a ojearlo y ver si tenía algún nombre escrito, cuando me di cuenta que en la última hoja del manual estaba escrito con pluma “una vez que Dios toma tu vida, nunca la suelta´´

En ese momento comencé a llorar porque sentí claramente el mensaje que Dios me estaba mandando, sabía en el fondo que tenía que seguir esforzándome y poniendo todo de mi parte pero quería una señal, pedía tanto que Dios me la mando. Nunca supe quien tuvo ese detalle de comprarme el manual y de escribir esa frase, pero gracias a la iniciativa de esa persona, me quede y viví la mejor experiencia de mi vida.

Después de ese día, todo dentro de mi comenzó a fluir mucho mejor. Tenía mejor actitud con las consagradas, con las niñas, conmigo y sobre todo con Dios. Ya no tenía inseguridades porque sabía que Dios me quería ahí.

Finalmente llega el día de los destinos; gritos, llantos, nervios, porras, de todo estaba pasando. Seguía con la idea de que me tocara en Colombia con mi amiga, pero ya no estaba tan aferrada en ese momento de salir de México, pensaba que si me tocaba en Monterrey también estaría bien (mty se me hacía una buena idea pero porque seguía pensando superficialmente, una ciudad grande y aparte tenía amigas viviendo allá entonces no me sentiría sola).

Para decirte tu destino era como un “adivina quién´´, decían la ciudad de donde eres si es que había varias de ahí, luego decían algún otro dato para ir eliminando niñas hasta que se quedara una de pie. En mi caso éramos 3 de León: Alejandra, Martha y yo Paulina y las 3 somos amigas desde primaria.

Según yo estaba bien tranquila pero la verdad es que moría de nervios, lo único que pedía es que al momento de que me dijeran el destino me gustara y no fuera la típica que se pone a llorar como loca porque no le gustó.

En eso sale en la pantalla Hermosillo como el siguiente destino, piden que se pongan de pie las de León, solo éramos 3 entonces iba a estar rápido descifrarlo. Yo estaba bien tranquila porque sabía que Hermosillo no iba a ser mi destino, cuando de pronto dicen “que se quede parada la niña que su nombre empieza con P´´ y me senté porque ni siquiera estaba poniendo atención porque Hermosillo no iba a ser donde iba a pasar el siguiente año. Cuando me siento veo que todas se me quedan viendo con cara de ¿qué haces? Y ahí fue cuando capté. Me empezó a temblar todo el cuerpo, las manos me sudaban, todas gritaban (yo creo que de emoción porque se salvaban de vivir un año en Hermosillo) empecé a caminar hacía el escenario para recibir mi carta de bienvenida y lo único que quería hacer era salir corriendo de ahí. Me dan mi carta, me regreso a mi lugar y seguía sintiendo que no era verdad, abro la carta y lo primero que leo “Bienvenida a Hermosillo Paulina Guerra´´ en ese momento comencé a llorar como una niña chiquita, ¡no lo podía creer y no lo quería creer! Todas las preguntas que se me venían a la cabeza “¿Cómo que Hermosillo? ¿Dónde es eso? ¿Quién fregados conoce Hermosillo? ¿Qué voy a hacer en Hermosillo?´´

Al poco tiempo de que me dijeron mi destino sale Colombia, y ¿adivinen a quién le toco en Colombia? ¡A mi amiga con la que decíamos que estaría padrísimo que nos tocara a las dos allá! O sea ¿qué hice mal? ¿por qué ella si y yo no? (quiero que sepan que mientras recuerdo y escribo esto me estoy riendo de mi misma en ese momento).

En fin, termine siendo eso que no quería, la niña berrinchuda llorando porque no le gustó nada su destino. Todas se acercaban a consolarme pero eso solo me hacía enojar más, le marqué a mis papás y me escucharon tan desesperada que me dijeron “tranquila si no quieres no te vas´´ y ahí  me tranquilice un poco y me di cuenta que tenía que pensar con la cabeza fría.

Al poco tiempo de hablar con mis papás, me marcó mi hermano y me dijo que me tranquilizara, que en Hermosillo iba a estar súper contenta porque la gente de allá era buenísima onda, me dijo que el tenía amigos de Hermosillo en México y que eran de sus amigos mas cercanos, que cualquier cosa sus familias podían estar al pendiente de mi. Eso me ayudo a sentirme un poco mas tranquila porque mínimo alguien sabia algo y conocía a alguien de allá.

Seguía completamente nerviosa y triste, pero capté que no había ni puesto atención a las otras 2 niñas que les había tocado también Hermosillo. Para todo esto, Hermosillo era fundación, o sea que no teníamos consagrada viviendo con nosotros, viviríamos las 3 solas en una casa.  No pensé ni un momento en que sentirían ellas al verme llorar de esa manera, imagínense pensar que vas a pasar un año con la niña que hizo el berrinche, que horror. Pero en fin, me acerque a ellas, les di un abrazo y seguí con mi tristeza.

Quedaban como 4 días para que terminara el cursillo y durante esos días rece mucho para tranquilizarme y aceptar de la mejor manera lo que Dios tenía planeado para mi. Seguía sintiéndome triste pero algo dentro de mi me decía que tenía que seguir.

Finalmente regreso a León después del cursillo, todo mundo me preguntaba como me sentía, que pensaba de mi destino, algunos se burlaban otros me decían que todo iba a estar bien. Me sentía muy abrumada porque yo era la que mas dudas tenía y el echo de que la gente pidiera respuestas me desesperaba.

Un día me encontré a una chava que había sido colaboradora y platiqué con ella, sinceramente no me acuerdo bien de nuestra plática pero lo que se me quedó súper grabado y nunca voy a olvidar fue que me dijo “lo que mas vas a extrañar cuando termines tu año de colaboradora es la paz, el silencio´´ Yo en ese momento claramente no entendía de lo que estaba hablando.

Después de una semana de estar en León, hago mis maletas me subo al avión y me voy a Hermosillo. Llegamos las 3 colaboradoras juntas: Mariana de Orizaba, Ana Lau de México y yo. Estábamos llegando si no mal recuerdo en Agosto, en el pleno calor durísimo de Hermosillo (nadie me advirtió que iba a ser tan intenso el calor). Nos bajamos del avión y sentimos como nos sofocaba el calor de desierto, pasaron por nosotras y nos llevaron a la casa donde viviríamos por un año. Las 3 con cara de ¿aquí vamos a vivir? Era una casa sencilla, en una zona sencilla. Para que quede más claro, quizá puedo hablar por las 3, estábamos actuando de forma completamente superficial. No nos gustaba nada, ni las camas, ni los sillones, ni el comedor, nada. En especial, había un sillón morado medio brilloso, de esos que tienen la palanca para sacar recargadera de piernas y estaba todo viejito, a ninguna nos gustaba.

Nos llevaron a conocer el colegio Irlandes, donde estaríamos trabajando las mañanas siendo guías espirituales de las alumnas. Estábamos completamente nerviosas porque era la primera vez que las alumnas nos iban a ver y normalmente siempre tienen mucha curiosidad de quienes eran las nuevas colabs y estábamos muy preocupadas por causar una buena primera impresión. Hablando por mi, yo quería dar una impresión de “si soy colaboradora pero soy normal y cool´´ porque pensaba que así me aceptarían más rápido. Conocimos al colaborador que iba a estar encargado de los hombres, su nombre es Lalo y es de Guadalajara.

Al poco tiempo de estar en Hermosillo, entre los colaboradores nos empezamos a llevar muy bien, sobre todo nosotras 3 ya que estábamos 24/7 juntas, rápido nos hicimos amigas y creamos un bond padrísimo. Se nos unió Lalo y también se acoplo súper bien con nosotras.

Comenzamos cada una a trabajar en el área que nos habían puesto a cada una: Mariana estaba encargada de primaria, Ana Lau de secundaría y yo de preparatoria. Como éramos fundación, es decir, no vivíamos con consagradas, teníamos que tener una de las 3 que fuera la cabeza y en nuestro caso era Ana Lau, era la mas organizada y con mucho espíritu de que sabía lo que estaba haciendo.

Empezaron a pasar los días, y en mi experiencia me fui soltando poco a poco. Comencé a conocer a las niñas de prepa y empecé a conectar muy bien con muchas de ellas. Empecé a soltar inseguridades de que fueran a pensar de mi y poco a poco Dios me fue dando las herramientas para desarrollarme de la mejor manera y poder cumplir con mi trabajo, que era ser una guía espiritual para las niñas de prepa y también me tocaba conocer gente de universidad.

Dios nos ilumino mucho con los encargados que teníamos, la principal era la consagrada Melly llano, ella vivía en Guaymas, una playa que queda a 1 hr de Hermosillo. El padre Philiberto, que era el segundo a cargo de nosotras, y un matrimonio de Hermosillo que estaban al pendiente de nosotras, nuestra salud y cualquier cosa que pudiera suceder, también se encargaban de parte de nuestro super y nos invitaban a comer 1 vez a la semana. Teníamos todas las herramientas necesarias para explotar con todo nuestro año.

Nuestro día normal era: Despertarnos temprano, tener misa a las 8:00 a.m, hacer nuestra media hora de meditación (la cual es importantísima ya que te ayuda mucho a centrarte en el lugar donde estás, en lo que tienes que hacer y en lo que quieres lograr, la meditación te da la fuerza necesaria para ser consciente de todo esto y sacar lo mejor de ti, es el momento donde platicas con Dios profundamente), desayunábamos y nos íbamos al irlandés alrededor de las 9:30 a.m. Regresábamos a comer y por las tardes rezábamos el rosario, teníamos las actividades de ecyd y por las noches las actividades de Reino y antes de dormir meditábamos un rato mas, rezábamos la oración de la noche y a dormir. Los fines de semana los dedicábamos a apostolados y/o retiros.

Pasaban los días y estaba completamente feliz, pero me acordaba mucho de lo que me había dicho la ex colab de león con la que platiqué “lo que mas vas a extrañar cuando termines tu año de colaboradora es la paz, el silencio´´ y yo ¿Cuál paz? ¿Cuál silencio? Me la vivo en friega y con mil gente todo el día.

Pasaban los días y seguíamos con nuestra rutina, puede sonar aburrido y mucha gente pensaría que lo que hacíamos eran cosas simples o demasiado religioso o sin sentido. En mi experiencia, todo esto que hacíamos siempre era para estar al apoyo de los demás, pero en realidad era un crecimiento personal grandísimo, tan grande que nosotras en ese momento no lo veíamos.

Antes de ser colaboradora, era una niña que demostraba muchísima seguridad, pero en realidad era muy insegura. No me conocía para nada a mi misma, trataba siempre de ser igual que mis amigas, de pensar, actuar y opinar igual. No tenía mi propia esencia, buscaba siempre ser aceptada por los demás, pero al final siempre terminaba frustrada porque la que no se aceptaba a si misma era yo. Esto te puede sonar ya un speech muy conocido, porque todo mundo siempre dice que primero tienes que quererte a ti sobre todo y encontrarte a ti profundamente, pero si es algo que lo escuchamos mucho es porque es completamente verdad.

Estando de colaboradora trabaje inconscientemente esta inseguridad que tuve siempre, porque al ser colaboradora no buscas encajar, no buscas quedar bien, no buscas pensar como los demás, no buscas actuar como los demás, no buscas hacer amigos por conveniencia, no buscas ser popular. Simplemente eres tu, dando un año de tu vida a Dios, al servicio de los demás, siendo sencilla sin esperar nada a cambio, no te preocupabas ni por la ropa que te tenías que poner porque literalmente solo es necesaria para salir a la calle pero no para representar quien eres. Las cosas que te hacen feliz en ese momento no son aplausos, fiestas, reconocimientos, ligues, viajes, fotos, etc. Son pequeños detalles como disfrutar de una meditación, cumplir con las oraciones y pendientes que tenía que hacer en el día, el echo de que una persona se me acercara a pedirme un consejo, el echo de que tuvieran la confianza de platicarme por lo que estaban pasando, estar rodeada de gente que quiere crecer como persona y te ayudan a ti a hacerlo al mismo tiempo, conocer a gente tan auténtica y con una formación personal impresionante, disfrutar de una tasa de café con las otras colabs que se volvieron mis hermanas, estar en la cafetería de la escuela rodeada de tod@s platicando anécdotas, ir a las horas eucarísticas todos los jueves y saliendo irnos a cenar los colaboradores con todos los chavos que buscaban el mismo objetivo: ser mejores cada día, pero sobre todo, lo que más te da felicidad en ese momento, es lo bien que te sientes contigo misma y lo cerca que te sientes de Dios.

Todo nos parecía increíble, ya nuestra casa que al principio pobreteamos, era nuestro refugio donde tuvimos muchísimas risas, anécdotas, llantos, gritos, y demás. El sillón morado que nos parecía horrible al principio, se volvió en nuestro lugar favorito para echar la flojera un rato, teníamos grupos de amigos por todos lados, tuvimos la oportunidad de ir a San Carlos (una playa que esta a 1 hr de hillo) varias veces, nos sentíamos mas cerca de Dios que nunca, con una confianza infinita en que lo que estábamos viviendo era la mejor decisión que habíamos tomado.

“Me sentía completamente agradecida con Dios por la oportunidad que me dio de estar viviendo eso, conocer a tantas personas que se hicieron parte fundamental de mi vida”

y escribo vida porque después de 4 años de haber sido colaboradora, muchas de las personas que conocí en ese año siguen y seguirán siendo parte de mi vida.

Llega el final del año y no podía estar más triste, no quería que se acabara y no quería despedirme de nadie. Pero en fin, tuvimos varias despedidas con todas las personas que estuvieron cerca de nosotros: los matrimonios que estuvieron a cargo de nosotros, los padres que estuvieron al pendiente siempre, las personas con las que hacíamos retiros y apostolados y la que mas me costó trabajo a mi, fue donde nos juntamos con todos nuestros amigos y amigas y la mayoría se habían vuelto parte completamente de mi. Así como llore el día que me dijeron mi destino, así y más lloré el último día en Hermosillo en esa despedida. Lalo el colaborador que se volvió parte de nuestra pequeña familia, nos invitó a la boda de su hermana en Guanajuato y ahí fue donde nos despedimos de él también con lagrimas. Y la última despedida que tuvimos, fue la de nosotras 3: Mariana, Ana lau y yo que nos habíamos vuelto inseparables y Dios no se equivoco en ponernos juntas. Nos fuimos una semana a Disney en Orlando ¡cerramos nuestro año con broche de oro! La pasamos increíble, invitamos también a la tía Maria Lilian, que aparte de ser responsable del ecyd y de nosotras, se volvió nuestra amiga incondicional, decidió tomarse unas vacaciones, dejar a sus hijos unos días y venirse a divertir a Disney con nosotras. Durante ese viaje agradecimos infinitamente a Dios por la mejor experiencia de nuestras vidas, por toda la gente que puso en nuestro camino, por todas las enseñanzas, regaños y cariños que vivimos en ese año, pero sobre todo por la persona increíble y auténticas que nos habíamos convertido cada una de nosotras.

Durante el año en Hermosillo, decidí que me iría a vivir a Querétaro y estudiar en la Anahuac.  Todo se fue acomodando súper bien porque hice amigos de Hermosillo que estudiaban allá, había conocido a varias de Querétaro por el cursillo de colaboradoras y a una de Obregón que también se quería ir para allá, tenía una amiga de León que también quería y así armamos un team y nos fuimos a vivir juntas. Todas las oportunidades las conseguí por haberme ido de colaboradora, una vez mas Dios no se equivoca.

Comencé mi vida universitaria increíble, con una vibra padrísima porque venia de la mejor experiencia de mi vida. Empecé a desarrollarme completamente por como llegue a conocerme en mi año de colaboradora, tenía muchísimos amigos y amigas que hice durante ese año, tuve un novio de Hermosillo estando ya en la Anahuac y mis amigas y amigos mas cercanos a todos los tenía por haberme ido de colaboradora. No podía estar mas contenta y agradecida con mi vida y la gente que me rodeaba, me sentía completa.

Fue pasando el tiempo y nada cambiaba, es más, todo se volvía aun más padre, pero había algo que me hacía sentir extraña. Estando una vez en clases, un compañero del salón me pregunto que si algo me pasaba, le conteste que no porque en realidad todo estaba perfecto y le pregunte porque me había echo esa pregunta y su respuesta fue “no se, te veo diferente, antes tenías un brillo que sobresalía no se como explicártelo´´ No lo supe descifrar hasta que pasaron unos 4 meses de haber regresado y estar con la vida rutinaria de escuela, roomies, novio, amigos, amigas, familia, fiesta, etc cuando de repente me acorde “lo que más vas a extrañar cuando acabes tu año de colaboradora es la paz, el silencio´´ y ahora si lo entendí completamente, no se refería a la paz y el silencio de estar echando flojera tranquila y relajada; si no la paz y el silencio dentro de ti. La paz que te da el no preocuparte del qué dirán, la paz que te deja el hacer cosas por los demás, de meditar, de rezar, de no preocuparte por lo que traes puesto, de estar siempre en constante crecimiento personal, de hacer las pequeñas cosas que marcan la diferencia en ti y en tu actitud, exactamente eso.

Regrese a la rutina y poco a poco fui dejando todo eso atrás por las distracciones que hay en el mundo, puedo resumirlo en superficialidad, que no digo que este mal, pero entendí que todo tiene que tener su balance.

Gracias a mi año de colaboradora: me descubrí a profundidad, conocí a mis mejores amigas y amigos, conocí la gratitud, la paz y el silencio y lo mas importante, conocí a Dios.