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Juan Carlos Jiménez – Chile 16-17

"NO SABÍA BIEN A QUÉ IBA"

Comencé mi curso de introducción con mucha ilusión y deseo de entrega. Fue el 5 de agosto, cuando me dijeron que me habían destinado para trabajar como colaborador del Regnum Christi en Buin y Rancagua. Yo no sabía bien a qué iba, o con qué realidad me iba a enfrentar allá, pero iba con todas las ganas del mundo, queriendo entregarle un año de mi vida a Dios correspondiendo de alguna manera a todo el amor que me había demostrado a través de mi vida.

Al principio fue muy difícil en verdad, el tratar de entender lo que me decían los chilenos, el entender la manera en que se trabajaba ahí, el acostumbrarme a no vivir con mi familia, pero sobre todo arrancar de mi cabeza todas aquellas expectativas que no servían más que para desalentarme por lo que no era como yo esperaba.

Con jóvenes de uno de los colegios en que trabajaba.

Visita del P. Eduardo Robles Gil a la comunidad de Laicos Consagrados donde Juan Carlos vivió un tiempo.

En misiones.

Aunque pensé muchas veces en regresarme, siempre hubo algo que me motivaba para quedarme, y al final del primer semestre me di cuenta de que el problema no era mi destino, sino yo mismo, mi actitud. Ahí mejoré mi vida espiritual y comencé a disfrutar todos los días que tenía para entregarme a los demás.

No puedo decir que fue un año fácil, pero me di cuenta de que mi fuerza es Dios y que sólo en Él puedo apoyarme para realmente seguir adelante todos los días. Me di cuenta de que Él todos los días me demostraba su cariño. Me enseñó a tener confianza en sus planes, a que lo que hacemos es por Él, de Él y para Él, y que no importa el éxito a los ojos humanos, porque son sus frutos.

Sin duda alguna tuve el mejor destino. Fui extremadamente feliz y estuve lleno de bendiciones. Creo que este año fue demasiado especial y en verdad me ayudó a aprender muchas cosas para mi futuro. Ahora que lo termino, me doy cuenta de lo afortunado que soy: le ofrecí un año de mi vida a Dios para dar, pero en verdad no paré de recibir.

En la playa.

Al concluir ejercicios espirituales.

Con los demás colaboradores, legionarios, laicos consagrados y consagradas del territorio.